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Se suele decir que todos los días se aprende algo nuevo... y otros dirían que esto no es del todo cierto, y que ojalá, todos los días se aprendiera algo nuevo...
Lo cierto es que hay veces, temporadas en el tiempo, en el que se aprende algo todos los días y hay otras temporadas en las que no se aprende nada. Personalmente he tenido de ambas, y de ambas incluso se puede aprender...
Personalmente las temporadas en las que nada se aprende me marcan mucho, ya que vienen asociadas a desmotivación, a no implicación (por mi parte o por la otra, pero desmotivación al fin y al cabo) y que llevan a la consecuencia de no pertenencia, ya que considero que si no aprendes nada en algún sitio es que debes cambiar de sitio, de lulgar, de entorno, de la gente que te rodea y a la que rodeas... para aportar y para que te aporten... o bien has hecho ya tu trabajo o no hace falta más tu trabajo...
El caso contrario son aquellas épocas en las que aprendes algo todos los días, por pequeño que sea, aprendes algo y te sientes bien, ilusionado por haberlo hecho y lo que puedes hacer con ello, incluso en aquellos casos en los que ni te das cuenta de que aprendes, es genial tu cuerpo se da cuenta y lo muestra, tienes más energía, una sonrisa en tu cara, los ojos relucientes... o no es verdad...
Pues imaginar el caso en que en un fin de semana has aprendido muchas cosas... y además de una misma persona... Hace unos meses os hablaba en otro artículo de mi blog del profesor Joan Masons del PMD de ESADE, como un auténtico Crack de la enseñanza.
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En otro post posterior pondré algunos de los mensajes y reflexiones de las que he incorporado este fin de semana, que he aprendido... y de las que espero aprender mediante la puesta en práctica y acción.
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